Un 60 por ciento de cada ser humano es agua y este líquido transparente es fundamental para la vida. Con motivo de la Exposición Internacional de Zaragoza 2008, (del 13 de junio al 14 de septiembre),la cultura del agua se ha convertido en la protagonista de nuestras reflexiones. ¿Pero de dónde proviene ésta veneración por el H2O?
Las propiedades del agua son conocidas desde la antigüedad. En la Prehistoria le atribuían propiedades mágicas; nuestros antepasados obtenían unos efectos u otros al beber agua o bañarse en distintos manantiales. Desconocían por qué al sentirse débiles y beber una agua determinada mejoraba su fortaleza (las aguas ricas en hierro ayudan a superar anemias). No entendían como el agua podía paliar dolores de estómago (las aguas bicarbonadas combaten digestiones pesadas o la acidez de estómago) o como ayudaba a los niños a crecer (las aguas cálcicas aportan un extra de calcio al organismo). La utilización y conocimientos del agua fueron evolucionando junto con la historia del hombre. Los griegos y romanos ya conocían que las propiedades del agua dependían de su composición y creaban distintas termas para beneficiarse de sus efectos.
La composición de cada tipo de agua va en relación a: - las partículas que absorba al caer desde las nubes - los compuestos que absorbe resultantes de la descomposición de los seres vivos que yacen sobre el suelo - los minerales que posee la tierra por la que se filtra hasta salir nuevamente a la superficie. El agua, la medicina del siglo XXI Mirando hacia atrás y viendo todos los beneficios que nos ha aportado el agua a los humanos, a día de hoy las ciudades retoman los antiguos tratamientos termales para combatir diversas patologías como estrés, depresión y falta de minerales a través de la ingestión de agua o los baños, donde la temperatura y presión son la clave. La evolución nos ha permitido conocer todos y cada uno de los componentes que conforman el agua y discernir sus usos terapéuticos: aguas con un alto contenido en litio para tratar la ansiedad gracias a sus efectos sedantes, aguas sulfurosas para el reumatismo debido a sus propiedades analgésicas, aguas sódicas para afecciones dermatológicas por sus cualidades cicatrizantes, y así un largo etcétera. A través de la nueva cultura de la balneoterapia y el Spa las metrópolis del siglo XXI se curan tal y como se hacía hace más de 2.000 años.
Fuente: Departamento de Comunicación ISED
Fuente: Departamento de Comunicación ISED
0 comentarios:
Publicar un comentario